La Pampa Sumergida el mayor territorio Argentino en Peligro

El permanente retroceso argentino después de 1982

El Reino Unido llevó adelante, al igual que durante el gobierno de Alfonsín, una política de hechos consumados a través de medidas unilaterales sobre los espacios marítimos y una ocupación efectiva de esos lugares, ya sea a través de actividades económicas (pesca, exploración petrolera) o militares (patrullaje de la ZEE). Estas medidas abarcan también a las islas Georgias del Sur y Sandwich del Sur.

Justamente los acuerdos petroleros, y también los pesqueros, le facilitaron un avance aceptado por nuestro país, lo que implica un cierto reconocimiento a los reclamos británicos sobre las islas y los espacios marítimos circundantes, ya que no se puede reclamar soberanía sobre espacios marítimos si no poseen costas. Fueron los acuerdos sobre pesca los que han dado seguridad y tranquilidad económica a los isleños, permitiéndoles ingresos anuales superiores a los habitantes de cualquier país petrolero.

Con estos acuerdos se pasaron a compartir recursos naturales (vivos y no vivos) que antes de la guerra no estaban en discusión (aunque el Derecho del Mar es de 1982). Por otra parte se acordó sobre los recursos del mar entre el continente y las islas, dejando el este de las Malvinas en manos exclusivamente británicas.

En este sentido la política del Reino Unido se la puede enmarcar dentro del paradigma realista, debido a que llevó adelante una política de poder confrontacionista con la Argentina cuando sus intereses estuvieron en juego. Llámese confrontacionismo a la negativa de negociar la soberanía, de ocupar en forma efectiva el espacio marítimo alrededor de las islas, a llevar adelante políticas unilaterales en materia pesquera y petrolera, a realizar actividades militares en aguas en disputa, a desconocer las resoluciones de las Naciones Unidas instando a negociar, instalando una base militar de gran operatividad a solo 500 kilómetros del continente, a mantener el embargo militar a la Argentina, a presionar para que se desmantelara el proyecto del misil Cóndor II y el programa nuclear argentino.

Frente esa “política de poder confrontacionista” por parte del RU, podría decirse que Argentina a continuación de los Acuerdos de Madrid del año 1990, desplegó dos actitudes diplomáticas casi suicidas, como quién se esmera en serruchar la rama en la que está parado: retirar los reclamos en la Asamblea General de la ONU, y poner el eje de la diplomacia en la “seducción” a los isleños.

Como si hubiera sido una cláusula secreta de los Acuerdos de Madrid, después de su firma Argentina retiró lisa y llananamente el tratamiento de la cuestión Malvinas de la Asamblea General, a la que todos los años desde la derrota de 1982 en adelante, nuestro país planteaba consuetudinariamente ante la ONU.

Y esto no es una cuestión ingenuamente declamativa. En el derecho existe lo que se denomina el “consuetudo”, o “costumbre inveterada y la opinión o necesidad del Derecho”. Que en lenguaje llano podría denominarse las leyes no escritas de los usos y las costumbres. O sea la conducta que sigue la gente constantemente, y la convicción de esa gente que esa conducta es obligatoria. Y eso –fortaleciendo enormemente sus derechos- era lo que estaba instaurando pacientemente la actitud Argentina hasta 1989, al presentar todos los años la cuestión ante la Asamblea General, y ganar allí en forma apabullante la opinión afirmativa de la inmensa mayoría de los países.

A esa actitud suicida por omisión, la diplomacia argentina le sumo otra por acción. Contradiciendo flagrantemente el derecho internacional que la asistía, pasó a desplegar una política tendiente al objetivo de torcer a su favor los “deseos” de los isleños. Pese que las sucesivas resoluciones de la ONU establecieron claramente que la disputa de soberanía debía resolverse, teniendo en cuenta los “intereses” de los isleños -con las debidas reparaciones si fuere necesario- pero no sus “deseos”.

Actualidad y balance de la situación

A pesar de las alertas de una hiperactividad británica en Atlántico Sur (AS), no hubo en Argentina una mínima reacción adecuada, efectiva y conducente. Ni por parte del oficialismo, ni de la oposición. Para la inmensa mayoría de la dirigencia, intoxicada por la frase de Jorge Luis Borges, de que la guerra de Malvinas fue “una pelea entre dos pelados por un peine”, se trata de un conflicto que en la práctica no existe, que quedó enterrado tras la derrota militar de 1982, y con los (lamentables) Acuerdos de Madrid de 1990. Y por ende se podían esperar “400 años” para su natural resolución.

Por contrario, para una minoría ínfima pero influyente, predicadora del “realismo periférico”, que no se sabe muy bien para quién juega, pero cuya opinión aparece asiduamente en los grandes medios argentinos, se trata de un desafío o conflicto tan enorme, que resulta imposible de enfrentar. Y por ello en el marco de las “relaciones carnales” que inspiraron los acuerdos de Madrid (que fueron una imposición previa de nuestros acreedores, para poder comenzar con el arreglo de la deuda externa con el Plan Brady) lo único que se puede hacer es “relajarse y tratar de gozar”.

En esencia lo que proponen estos “realistas periféricos”, es volver a los ruines acuerdos petroleros que firmó en 1995 el canciller Di Tella, que a cambio del pago de un óbolo simbólico a favor de Argentina, legitimaban el saqueo de esa riqueza no renovable por parte del RU. Una actitud parecida a la de enfrentar a un salteador de caminos diciéndole -mister Salteador, seamos cooperativos, no me robe el 100 %, llévese el 97 %, y yo le firmo que fue una cesión voluntaria por mi parte, así usted no es reputado de pirata o ladrón, y conserva su fama de caballero inglés.

Estos “realistas periféricos” durante los acontecimientos del bicentenario que este año festejamos, seguramente que como buenos “periféricos realistas” hubiesen aconsejado seguir a las ordenes del rey Borbón. Y ni escuchar a los enajenados extremistas como San Martín, que hablaban de “andar en pelotas como nuestros paisanos los indios, seamos libres y lo demás no importa.

“Perdulario” según la Real Academia Española, es aquel que “pierde cosas frecuentemente, es sumamente descuidado en sus intereses o en su persona, o un vicioso incorregible”. Proviene de latín “perduellium”, que era el crimen de alta traición contra la patria más grave de todos, después del sacrilegio contra los dioses. Lamentablemente en Argentina, ya sea por acción u omisión se han multiplicado los perdularios, al compás de la aguda campaña de desmalvinización que lanzaron los grandes medios inmediatamente después de la derrota de 1982.

En el documental “La Pampa Sumergida” se nos plantea como llegamos a la situación actual. Gran Bretaña disputa a la Argentina más de 3.000.000 de km2 de plataforma continental en Malvinas, Georgias, Sándwich y Antártida. Se trata de la mayor controversia por territorios marítimos del planeta. Implica una enorme superficie marina y submarina que se extiende desde áreas adyacentes a las costas patagónicas y el sur de la Provincia de Buenos Aires, a través del Atlántico Sur y sus Islas hasta el Polo Sur. No existe en el mundo controversia alguna de esta magnitud y potencial de recursos geoeconómicos en disputa.

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