Estas máquinas cumplieron un papel destacado en el conflicto del Atlántico Sur. Sus pilotos debieron sortear diversos obstáculos, como el adaptarse a combatir a blancos navales y a volar sabiendo que no podían reaprovisionarse en aire. El recuerdo de uno de los pilotos.
10 de Abril del 2024/ www.infobae.com
El país había adquirido 39 aviones y los pilotos debieron conocerlos a profundidad y adiestrarse para combatir con ellos
“Por los que entregaron su vida y por los que hoy son testigos vivos de lo actuado en el conflicto de nuestras Islas Malvinas e Islas del Atlántico Sur”, dice el texto de la norma que declaró “Brigada Heroica” a la VI Base Aérea la tarde del martes 9 de abril en la comisión de Defensa de la Cámara de Diputados. La presentación del legislador Alberto Asseff es un reconocimiento a los héroes de Malvinas, a los que volvieron y a los que dieron su vida desde el aire en el conflicto bélico.
“Durante el desarrollo del conflicto, cumpliendo una memorable actuación durante los 72 días que duró la contienda y sorteando la inferioridad tecnológica existente con el enemigo, a base de novedosas tácticas de vuelo, las Operaciones Aéreas desplegadas por esos compatriotas fueron muy destacadas en los ataques a la flota británica, lo que causó la admiración de la Comunidad Internacional y de todo el Pueblo Argentino”, señaló en los considerandos el proyecto que lleva el acompañamiento como confirmantes de los diputados Carlos Zapata, Alfredo Schiavoni, Alejandro Finocchiaro, Maru Sotolano, Marilú Quiroz, Gerardo Cipolini, Héctor Stefani, Pablo Torello, Gabriel Chumpitaz, Aníbal Tortoriello y Gustavo Hein.
“Hablo en presente porque para mi este avión aún vive”, afirmó en diálogo con Infobae el comodoro retirado César Román, 72 años, quien durante la guerra voló el Mirage M5 Dagger, que integraban el Grupo 6 de Caza de la VI Brigada Aérea, que tiene una historia que se remonta a mediados de la década del cuarenta. Había sido el 15 de marzo de 1949 y la historia quiso que estuviera ligada a Malvinas. De Tandil, donde se asentó, despegó en julio de 1971 un avión Albatross que inauguró las comunicaciones con las islas. Cuando estalló el conflicto, la VI Brigada se distribuyó en dos bases, una en San Julián y la otra en Río Grande, los puntos del continente más cercanos a las islas. Con el correr de las semanas también se asentarían en Río Gallegos.
“El mejor recuerdo que tengo”, asegura Román, primero a la izquierda. Lo acompañan el capitá Dimeglio y el teniente Aguirre Faget. Fue la escuadrilla que atacó tres buques el 1 de mayo, día del bautismo de fuego (César Román)
A mediados de 1979 habían llegado al país 39 Mirage, cuatro de ellos biplazas y el resto monoplazas. Los pilotos fueron adiestrados para pilotear estas máquinas que duplicaban la velocidad del sonido.
En la guerra, César Román era un primer teniente de 30 años, que llevaba un poco más de un año de casado y que tenía un hijo de un año. Correntino de nacimiento, hace tiempo que eligió Tandil para vivir con su esposa y cuatro hijos. Remarcó a Infobae que Tandil es especial, porque fue la ciudad donde se asentó la primera base de los primeros aviones a reacción.
Integrantes de “Las Avutardas Salvajes”. Operaban desde la base de Río Grande
Al estallar la guerra, en San Julián se armó el escuadrón “La Marinette” y en Río Grande “Las Avutardas Salvajes”. “La Marinette” alude a una mujer que aparece en una canción francesa, con reminiscencias románticas. El origen de “Las Avutardas Salvajes” era más terrenal: el nombre obedece a que estas aves realizaban una lenta corrida con un constante aleteo y demoraba en levantar vuelo, algo similar a lo que sentían los pilotos, que despegaban con el máximo de combustible y armamento.
El jefe de la VI Brigada era el brigadier Teodoro Waldner, quien corregía a quien pronunciaba su apellido con “w” y no con “v”, que era la forma apropiada, mientras que el comodoro Tomás Rodríguez era el jefe del Grupo 6 de Caza.
Contó que los desafíos de la guerra eran muchos: era una máquina que no podía ser reabastecida en vuelo por lo que llevaban tres tanques adicionales de combustible, cada uno con una capacidad de 1300 litros. Aún así, cuando aterrizaban al regreso de una misión era usual que lo hicieran con el indicador de combustible en rojo. El problema fue que para compensar el peso del combustible, se debió resignar armamento.
“Todos fuimos aprendiendo, día a día, lo que era una guerra y debíamos sobreponernos cuando veíamos que no regresaba algún compañero, ya porque se había eyectado o porque había muerto en combate. Debimos tener frialdad a pesar de las pérdidas”.
No eran aviones pensados para atacar blancos navales, y las bombas que llevaban eran efectivas si se las arrojaba a alturas considerables y no volando casi al ras del agua. Por eso, explicó Román, las bombas solían agujerear las cubiertas o los cascos de los buques, pero no llegaban a detonar.
Escuadrón M5 Dagger La Marinete en la Base San Julián. Se ve a un grupo de pilotos de Dagger y Lear Jet, suboficiales mecánicos y soldados. “Realizaron un gran esfuerzo a diario para tener los aviones en servicio”, remarcó Román
En cada una de las bases hubo entre 15 y 18 pilotos, y se cumplieron entre 60 y 70 misiones. A Román le cupo participar tanto de la primera como de la última. El 1° de mayo tres buques británicos -Glamorgan, el Alacrity y el Arrow- bombardeaban Puerto Argentino y una escuadrilla al mando del capitán Norberto Dimeglio, el primer teniente César Román y el teniente Gustavo Aguirre Faguet, recibió la orden de atacarlos.
Volaron a baja altura e impactaron en los buques que, si bien no fueron hundidos, quedaron dañados y se alejaron de la zona. “Fuimos tres y volvimos tres”, remarcó. Protagonizó el primer contacto de la Fuerza Aérea con la flota enemiga.
La última misión fue el 13 de junio, cuando se cerraba el cerco británico sobre la capital de las islas. Les ordenaron atacar a las fuerzas de tierra británicas, lo que fue dificultoso hacer blanco al volar a unos 800 kilómetros por hora, no tener demarcada la zona que ocupaban, con el riesgo de hacer blanco en las fuerzas argentinas.
Román aclaró que para el 14 de junio la Fuerza Aérea seguía en condiciones de combatir y que su jefe el brigadier Ernesto Crespo se había empecinado en continuar la lucha, incluso participando él en las misiones.
El entonces capitán Horacio Mir González junto al teniente Héctor Volponi
“La Marinette” tuvo un caído, el teniente Carlos Julio Castillo, derribado el 24 de mayo por un misil Seawinder al sur del Estrecho de San Carlos. Impactó en tierra sin poder eyectarse. “Las Avutardas Salvajes” tuvieron cuatro muertos, el primer teniente José Leónidas Ardiles y los tenientes Héctor Ricardo Volponi, Juan Domingo Bernhardt y Pedro Ignacio Bean.
Ardiles fue derribado el 1° de mayo por un misil Seawinder disparado por un Sea Harrier; Volponi también cayó por un misil el 23 de mayo sobre la isla Borbón; Bernhardt fue derribado el 29 de mayo en San Carlos por un misil Rapier y Bean, cuando con su escuadrilla atacaban a la Broadward, Argonaut y Plymouth fue alcanzado por un misil Sea Wolf. Alcanzó a eyectarse pero su cuerpo no fue recuperado.
Hay un suboficial caído, el cabo mecánico Héctor Hugo Varas, quien falleció en el ataque al Isla de los Estados, mientras transportaba material rodante para la fuerza aérea.
Juan Domingo Bernhardt, uno de los pilotos de Dagger caídos. Tiene su monumento en Rosario del Tala, su ciudad natal
Además, se cuentan entre los muertos de la brigada al capitán Gustavo García Cuerva y al vicecomodoro Hugo Meisner, que venían de la VIII Brigada Aérea Mariano Moreno y fueron adscriptos a la unidad. García Cuerva fue derribado por fuego amigo el 1° de mayo y Meisner, a bordo de un C-130, por una escuadrilla de Sea Harriers.
Román toma la distinción de “heroica” como “un regalo que necesitábamos; es necesario reconocer a esos héroes, no los que volvimos, sino los que dieron su vida. Es un justo reconocimiento”.