12 de junio de 202201:43
Mariano De Vedia / LA NACION
El brigadier Eugenio Javier Miari acompañó al general Menéndez en los momentos decisivos de la capitulación ante los británicos; recuerda las improvisaciones durante la guerra y las tensas negociaciones que presenció
-Estas islas van a ser de ustedes algún día.
-¿Cuándo?
-Cuando ustedes sean un país en serio.
El brigadier Eugenio Javier Miari no olvida el diálogo que mantuvo con el jefe de una patrulla británica, en plena guerra de Malvinas, en la que sirvió como vicecomodoro y secretario de Justicia del gobierno fugaz del general Mario Benjamín Menéndez en las islas. A 40 años de la rendición argentina, al cabo de un enfrentamiento bélico que concentró la atención del mundo durante 74 días, Miari es el único oficial argentino con vida de los que acompañaron a Menéndez en las instancias decisivas de la negociación con los británicos, que llevó a la capitulación, el 14 de junio de 1982.
“Todo era improvisado”, contó Miari a LA NACION. Hoy tiene 85 años y en el living de su departamento, en el barrio de Recoleta, despliega los testimonios que conserva de la guerra (fotos, carpetas, documentos) y los recuerdos que sobrevivieron al olvido.
Más allá de los 649 oficiales, suboficiales y soldados argentinos que ofrendaron su vida por la causa Malvinas, Miari tiene el recuerdo de una campaña militar superada muchas veces por la improvisación. “Las fuerzas militares llevaron a las islas cocinas a leña para abastecer a los soldados. Pero en Malvinas no había leña, ni árboles. En muchas unidades robaban los cercos de madera de las casas de los pobladores y después yo tenía que negociar con los kelpers una indemnización y un pedido de disculpas”, reveló el militar. Sabía que una de las claves del derecho bélico –devenido hoy en derecho humanitario- es que “no se pueden hacer daños innecesarios al enemigo”.
Por su formación de abogado y su función como responsable del servicio de justicia, asesoró a Menéndez en las dos reuniones que mantuvo el último día de la guerra con los jefes militares británicos antes de firmar la capitulación. Le explicó las diferencias entre rendición y capitulación y calificó de “mamarracho” las exigencias que el presidente de facto, Leopoldo Fortunato Galtieri, le hacía llegar al gobernador para que no se rindiera y solo firmara “un compromiso de honor”.
Tras su graduación como abogado en la Universidad de Buenos Aires, Miari integraba el cuerpo de profesionales en el departamento jurídico de la Fuerza Aérea. En la segunda quincena de marzo de 1982 el secretario general aeronáutico, Rodolfo Aquilino Guerra, le comunicó que iba a Malvinas, pero le ordenó que guardara un estricto secreto. “Me encomendó que averiguara sobre las leyes y ordenanzas que regían en las islas. Fui al Departamento Malvinas de la Cancillería, a la vuelta del Círculo Militar, sobre la calle Esmeralda, y puse la excusa de que necesitaba información sobre las regulaciones del transporte en el archipiélago. Y me dijeron: ‘Ah, ¿usted viene por la invasión?”.
El brigadier conserva en su memoria estas y otras historias personales, como otras situaciones límite que afrontó. Fue uno de los primeros en llegar a Malvinas y uno de los últimos en irse. Volvió al continente como prisionero de guerra en el buque Saint Edmund, que lo dejó en Puerto Madryn el 14 de julio, un mes después del cese de hostilidades. “Como abogado y auditor, no podía abandonar las islas si quedaba un prisionero argentino”, explicó.
En el contacto diario tras la recuperación de las islas, el 2 de abril, la premisa era que los pobladores no sintieran que los militares argentinos llegaban para cambiarles la vida. “Mantuvimos en funciones a la policía local”, dijo Miari. Y contó que, ante la desconfianza de una empleada local del área de Justicia, que sentía rechazo frente a los argentinos de uniforme, un día le reveló que en su cartuchera no portaba el arma. “Le mostré que llevaba adentro un sándwich de mortadela”, recordó.
Miari trabajaba codo a codo con el comodoro Carlos Bloomer-Reeve, el secretario de Gobierno de Menéndez. “Había estado antes en las islas, como delegado de Líneas Aéreas del Estado (LADE) y de la Cancillería, y conocía a muchos pobladores”, comentó.
Entre 1993 y 1995, Miari fue auditor general de las Fuerzas Armadas, cuando el ministro de Defensa era Oscar Camilión. Le tocó dictaminar en el caso Carrasco. y considera que fue fiel a su vocación por la Justicia. “Siempre me ocupé más de la verdad que de las personas, porque quiero dormir tranquilo”, resumió
El proyecto de ocupación de Malvinas era un viejo anhelo de la Armada. Estando en las islas, altas fuentes navales le confirmaron que siete años antes el vicealmirante Armando Lambruschini le había llevado el plan a la entonces presidenta María Estela Martínez de Perón, quien, al consultar sobre la posible respuesta de Gran Bretaña a una ofensiva argentina, le cerró la puerta a la operación, al sentenciar: “Yo no voy a embarcar al país en una guerra”.
La definición
A las 6 de la mañana del 14 de junio, Miari caminaba con otros oficiales por la calle central de Puerto Argentino y percibió desplazamientos inorgánicos y desordenados de tropas argentinas. “En la Casa de Gobierno, los ánimos estaban destrozados. Había soldados abrazados a sus armas portátiles”, describió. A las 10, vieron por primera vez desde el segundo piso, el avance de efectivos británicos en las calles céntricas.
“Una hora después estábamos con otros oficiales en la residencia del general Oscar Luis Jofre, comandante de operaciones militares, ante una citación del general Menéndez”, relató.
“A boca de jarro, Menéndez me preguntó los significados y diferencias entre rendición y capitulación. Le expliqué que la capitulación es un acuerdo de los comandantes de las fuerzas beligerantes sobre la rendición de uno de ellos. Quería saber si por esa decisión había una exclusión de responsabilidades y en qué condiciones sería juzgado por el Consejo de Guerra”, señaló.
“Quiero ver el texto de los reglamentos”, le dijo Menéndez. Y Miari le mostró un ejemplar del Código de Justicia Militar y un reglamento de leyes y usos de la guerra. “Los demás oficiales se alejaron a cierta distancia y eso fue una clara manifestación de la soledad del poder”, graficó el brigadier.
Luego, el gobernador se comunicó por radio con Galtieri, quien le dio instrucciones “para una capitulación lo más honrosa posible”. Le dijo, primero, que no se rindiera y que ordenara a los soldados “salir de los pozos para contraatacar a los ingleses”.
Según recuerda Miari, Menéndez le explicó que no era posible. “Actúe bajo su responsabilidad”, le indicó el Presidente, tras lo cual le ordenó no firmar una rendición y que cualquier compromiso asumido en la capitulación fuera de honor. “Eso es un mamarracho, porque cuando usted acepte la capitulación hay responsabilidades frente al enemigo, frente a otros Estados, organismos internacionales, como la Cruz Roja, y la población civil. Por eso se especifica la fecha, incluso la hora. No se puede hacer en forma verbal”, le explicó el brigadier al gobernador de Malvinas.
Llegaron, así, las dos reuniones con los británicos. Una con el general Michael Rose, definido por Miari como “el oficial bueno”, dado que “invitó a cerrar cuanto antes las heridas”, y otra con el general Jeremy Moore, en un encuentro más tenso. “Llevó un texto mecanografiado y exigía que le garantizáramos que en ese instante iba a cesar cualquier posible ataque a la flota británica”, rememoró.
“Eso –prosiguió el brigadier- no dependía de nosotros, porque las operaciones militares las decidía el Comando de la Fuerza Aérea Sur, que dirigía el brigadier Ernesto Crespo desde Comodoro Rivadavia. Se llegó, finalmente, a un entendimiento cuando se acordó con Crespo que el comando aeronáutico se iba a abstener de atacar a embarcaciones británicas que transportaran a prisioneros argentinos”. Alta tensión hasta el último instante.