Califica el proyecto de los veteranos rionegrinos como “un esfuerzo por mantener viva a nuestra perdida perla austral”.
29/09/2025 – www.elcordillerano.com.ar

“Reflexioné acerca de los secretos de ese avión… Porque los que alguna vez volamos imaginamos esas cosas”, señala el héroe de Malvinas (foto: Matías Garay).
Carlos Cachón participó en el conflicto bélico del Atlántico Sur en 1982, pero pisó suelo malvinense recién en 2009, cuando tomó un crucero que desembarcó en Puerto Argentino. “Lloré muchísimo… Cuando llegué al cementerio y vi las tumbas, era tremendo. En esa época, la mayoría decía Soldado argentino sólo conocido por Dios…”, le contó a este cronista el 1° de mayo 2022, cuando participó, en Bariloche, del acto por el aniversario del Bautismo de fuego de la Fuerza Aérea (aquella vez, se recordaba un número redondo: cuarenta años). “No había forma de que los aviones A-4 que volábamos operaran desde la pista de Puerto Argentino, porque era muy corta. Además, se necesitaba tener una dotación importante de mecánicos. Nos convenía operar desde el continente (Río Gallegos). Hacíamos un reabastecimiento en vuelo; llenábamos los tanques de combustible con los Hércules. Operábamos en la zona y volvíamos”, contó el piloto aquella vez, detallando el motivo que lo había llevado a no pisar terreno malvinense hasta aquella ocasión de 2009.
Cabe resaltar que Cachón, durante la guerra, con sus bombas, causó el hundimiento del Sir Galahad, el buque donde iba la Guardia Galesa de la reina de Reino Unido.

El piloto, héroe de Malvinas (foto gentileza).
El veterano, que nació en San Manuel, partido de Lobería, provincia de Buenos Aires, y desde joven vive en Mar del Plata, retornó este año a Bariloche para la inauguración del Museo Malvinas, Antártida y Atlántico Sur.
“Fue una fiesta maravillosa”, dice tres semanas después. “Hasta el día estuvo increíble, la postal más hermosa que he visto de Bariloche”, resalta, evocando el buen tiempo de aquella jornada.

Una postal que sorprende, el Mirage sobre el lago (foto: Facundo Pardo).
“Estimo que había entre quince y veinte mil personas. Gente sencilla, al lado nuestro, que nos abrazaba… No imaginaba que me iba a poder emocionar de la manera en que lo hice”, cuenta, a la vez que confiesa: “Recuerdo que llegamos en un micro y me quedé en el asiento observando esa maravilla del avión, que parecía que aún tenía ‘vida’. Puesto en ese lugar, viniendo del lago, en una actitud plena de vuelo… Podía imaginar quiénes se habrán sentado en él y cuántas maniobras habrá llevado a cabo… Realmente, parecía que estaba vivo; no era un montón de hierro y aluminio… Pensé en las aceleraciones que habrán hecho los pilotos que lo volaron, cuántos ascensos y descensos, cuántas acciones de combate… Reflexioné acerca de los secretos de ese avión… Porque los que alguna vez volamos imaginamos esas cosas”.

El casco de Cachón (foto gentileza).
“Al bajar del micro, el asombro fue mayor, porque la multitud que veía desde arriba del colectivo se hizo presente al lado nuestro, saludándonos; ahí me di cuenta de la verdadera magnitud de lo que estaba viviendo, de lo que significaba ese lugar. La gente le daba vida al sitio”, suma.

El radarista Carlos Mazzocchi, residente barilochense, junto Carlos Cachón (foto: Matías Garay).
Cachón también resalta la labor de quienes idearon el proyecto del museo y lograron concretarlo, en lo que califica como “un esfuerzo por mantener viva a nuestra perdida perla austral”, en referencia a un fragmento de la Marcha de las Malvinas.