El experto internacional, residente en Mar del Plata, detalla las consecuencias económicas, sociales y geopolíticas de las propuestas de Javier Milei.
Para Lerena, las moficicaciones propuestas por Milei configuran “una ley de entrega”.
“El mar argentino va a ser tierra de nadie”. Esa definición es una de las tantas que César Augusto Lerena, porteño de nacimiento y residente en Mar del Plata, utiliza para advertir sobre la peligrosidad que implican los cambios propuestos por el gobierno nacional en materia pesquera. “Las potencias no usan la pesca sólo para pescar, es una herramienta geopolítica”, explica en un diálogo con Buenos Aires/12 en el que asima a vaticiar que, de aprobarse las modificaciones que pide el libertario, las potencias mundiales “van a depredar el mar argentino con subsidios y trabajo esclavo”.
Como experto en temas del Atlántico Sur y Pesca, desde 1989 preside el Centro de Estudios para la Pesca Latinoamericana (CESPEL), es autor de numerosos libros sobre el tema y fue asesor en la materia de Fernando “Pino” Solanas en su tránsito por el Senado de la Nación.
El pasado 31 publicó, en su sitio personal una nota titulada “El negocio chino de extranjerizar el mar argentino”, que causó un importante revuelo en las redes sociales, tanto como su invitación a la canciller Diana Mondino a debatir públicamente la cuestión.
Se trata en realidad de su segunda publicación sobre el tema en pocos días. El pasado 28 escribió “La apertura del mar argentino a buques extranjeros, quiebre de la empresa nacional, evasión y pérdida de empleos”, texto en el que explica que”en la pesca hay una super estructura cimentada desde hace años con inversiones periódicas donde se explota integralmente la actividad y a su riesgo: captura los recursos (con su complejidad biológica, marítima y de seguridad); los industrializa en forma directa (con su complejidad por tratarse de recursos altamente perecederos); los exporta sin intermediarios (donde el mercado internacional fija el precio) y realiza sus operaciones con trabajo intensivo (con la problemática laboral)”.
“No hay otra actividad productiva en la Argentina que sobrelleve semejante complejidad”, asegura el experto que anticipa que el país podría pasar de ser exportador de pescado a, directamente, importarlo.
–¿Cuál es o puede ser una buena razón para esta medida?
–Razón explícita no hay porque no dieron ninguna, pero se pueden pensar dos hipótesis. Una es el fundamentalismo libertario, es decir, un motivo estrictamente ideológico. La otra es algún negocio de carácter privado, que haya algún acuerdo previo con alguna empresa en particular. Acá van a sobrar interesados: de Corea, de China, de Taiwán, de Gran Bretaña, de España; cualquiera se puede interesar, va a haber cientos de barcos y de empresas, no importa cuál sea el canon, porque las empresas buscan la proteína del pescado, que es rica en aminoácidos. Cuando una empresa obtiene un permiso de esta índole, es para depredar, no hay ningún cuidado con el recurso ni la sustentabilidad.
–¿Cómo caracterizaría esta ley?
–Es una ley de entrega. Hasta libera a las empresas de utilizar los puertos y tripulaciones argentinas. Es de particular interés para los que pescan a distancia, porque los exime de la obligación de procesar el pescado en plantas argentinas, de esa manera evitan pagar las retenciones que sí afectarán a la industria nacional. Hoy somos exportadores de pescado, pero en unos años vamos a perder exportaciones primero y luego a terminar importando. El pescado argentino de empresas argentinas competirá por los mismos mercados con el pescado de empresa extranjeras. A la vez, Argentina tendrá control cero sobre su propio mar. Le abrimos la puerta a barcos que pescan con subsidios y trabajo esclavo.
–¿En qué condiciones quedan las empresas nacionales?
–En condiciones absolutamente desfavorables, porque los empresarios del sector hacen costos, pagan impuestos, pagan cargas sociales sobre sus trabajadores. No me sorprendería que los que puedan seguir pescando en Argentina se trasladen a Brasil o a Uruguay para evitar pagar derechos de exportación. Entre otras barbaridades, la ley alienta y favorece la evasión.
–¿Sería algo similar a la “soja paraguaya”?
–Claro, se trata de mecanismos de triangulación para la evasión. Paraguay exporta más soja de la que produce. ¿Cuál es la explicación? Allá tienen un domicilio fiscal, una oficina y un teléfono, con eso es suficiente.
–¿Atenta contra el interés nacional?
–No tengo dudas de eso. Son poquísimos en el mundo los países que adoptan esta clase de política y tienen en común su condición de economías primarias con bajísimo nivel de industrialización. Son los casos, por ejemplo, de Guatemala, Cuba, Costa Rica, Puerto Rico, Panamá y República Dominicana, que no tienen astilleros, no tienen barcos propios, pero al menos exigen a los contratistas que industrialicen en su territorio. Acá ni eso. Tenemos alrededor de 500 buques, 150 establecimientos, alrededor de 40 mil empleos. Acá hay familias que comenzaron hace más de un siglo con unas lanchitas pequeñas muy precarias y hoy tienen buques importantes, tienen plantas para procesar el recurso, que es algo muy complejo. Todo eso se va a la quiebra. Quieren convertir el mar en tierra de nadie. Las consecuencias económicas y sociales serían dramáticas, pero eso no es lo único que hay que observar.
–¿También a nivel geopolítico?
–En esto no se puede ser ingenuo. Las potencias no utilizan la pesca sólo para pescar. Es una herramienta geopolítica. Por eso entiendo que acá se abren varias discusiones. El Reino Unido es una islita de 300 mil kilómetros cuadrados. Sin embargo, ocupa 1.639.000 kilómetros cuadrados del mar argentino, es decir, más de la mitad de nuestra zona de exclusión. ¿Van a admitir que empresas británicas se presenten a licitación? Y las empresas que se presenten, de la nacionalidad que sea, ¿van a poder pescar también en la zona ocupada por los británicos? Si los barcos británicos consiguen permisos de pesca, van a navegar las costas patagónicas, donde Argentina tiene la menor densidad de población, apenas dos habitantes por kilómetro cuadrado.
–¿Cómo definiría esa situación?
–Ese es el peor escenario posible, el de el Reino Unido quedándose con todo, con el pescado y con el acceso a la Patagonia. Cuando se trata de geopolítica, el dinero nunca es un inconveniente, el dinero aparece. Además, por esta vía no sólo no se combate el problema de la pesca ilegal sino que se profundiza. Así como hay 500 buques pescando en la zona de exclusión hay otro tanto en la milla 201.
–¿Qué potencial tiene el pescado como consumo para los argentinos?
–El consumo de pescado promedio anual por persona en América Latina es de 9,8 kilogramos, el de África es similar, el mundial es de 20 kilogramos. El argentino es de apenas 4,8, la cuarta parte del promedio mundial. Claramente, el dato confirma que faltan políticas pesqueras. Es un recurso subaprovechado. Agrego que con el descarte de lo pescado en la zona de exclusión, que es perfectamente apto para el consumo humano, pero no llega a los mercado por distintos motivos, que son unas 300 mil toneladas anuales, se podría alimentar diariamente a tres millones de pibes.