Viedma.- (APP) Y de pronto me desconozco…
Me encuentro llorando, gritando gooool frente al televisor, sola en casa; porque cumplimos con todas las cábalas y repetimos como la última vez las formas de mirarlo (al partido).
Pienso, hubiera preferido hoy estar allá en alguno de los barrios de Viedma, el Lavalle y Mi Bandera o el Inalauquen y escuchar ese grito sentido, profundo, largo, sostenido y sin remilgos de Gooool, Gooool…
O por qué no también, estar mirando los balcones embanderados de Puerto Madero, las plazas y cafés de Palermo, con mis amigos en Barracas o en Corrientes, las pantallas gigantes cual altares populares mostrando el partido, sentir los Goles en las barriadas de Bariloche, de Roca o en las calles solitarias de Maquinchao el pueblo de mi infancia.
Esos momentos en que todos somos más humanos, más buenos, más inocentes y hermanos…
Esa sinfonía de canticos y bubucelas, de cornetines y silbidos, de canticos o ese telón de fondo de banderas vinchas, gorros y distintivos, ese arbitraje popular y bullanguero de una hinchada leal y obstinada contra quien no puede ningún árbitro.
Ese despliegue de fuerza organizada en medio de la red de un arco bendecido, de tapones y botines fuertes , de tiros de esquina y penales.
Esos rostros oscuros representando a la Francia de mis abuelos…esos ángeles nuestros con alas en las piernas, con rodillas firmes y bien torneadas, aceitadas y accionando y exponiéndose todo el tiempo
Y las mujeres comentaristas, una novedad y la condena injusta de IRAN manchando y tiñendo de sombra el mundo.
Y el partido avanza y avanza contra toda especulación. Un equipo de primera para un pueblo de primera como el argentino; único dueño y destinatario de la victoria.
Una vez más el futbol, el más popular de los deportes en nuestro país, un deporte que muchos aunque no sepamos de futbol, sentimos e interpretamos.
Y ella ahí ¡¡¡ Nuestra bandera en las camisetas!!!
Ella la que algunos quieren desconocer, ella nuestra Bandera Celeste y Blanca y el grito sagrado, inmenso de Goool por encima de todas las miserias , ambiciones e irresponsabilidades de muchos.
Nuestra bandera y los canticos cual salmos sagrados y rituales en el cielo y en el mar, en nuestras escuelas y en nuestros buques, en Marambio y en Jujuy, en la Villa 31, en Iguazú y en la Meseta Patagónica.
Un identificarse espontáneamente, sin artilugios, una celebración inclusiva, presente, que colmó plazas, parques y calles que mostro que lo justo y lo verdadero se celebra naturalmente, sin presiones ni sobreactuaciones.
Que en un profundo sentido del deber y de compartir, como una reafirmación de nuestra identidad y pertenencia, llevó en Bariloche a la Banda de la Escuela Militar de Montaña a participar junto al pueblo de un festejo digno y grande; como todas las causas de la Patria.
Y un único, infinito, interminable festejo, un estar de todos hasta los menos pensados, una presencia argentina en el mundo.
La invocación a los dioses, el merecido tributo a los ídolos –deportivos en este caso- quizás estén convocando a un tiempo nuevo, el que todos anhelamos y merecemos como argentinos.
Y como techo sagrado, un cielo celeste y blanco
*Diplomada en Preservación del Patrimonio NyC. (UBP)