Desde el primer ataque al aeropuerto el 1 de mayo, las tropas argentinas, venían balanceando los resultados del enfrentamiento. Evaluándose positivamente para la Argentina con las grandes hazañas de los aviadores argentinos y el valor de los soldados en zonas terrestres.
Hasta el 14 de junio se sucedieron intensos combates, donde los británicos con enorme superioridad numérica, aprovechando sus numerosos helicópteros y artillería móvil, a lo largo de 92 km. de terreno -distancia que separa a San Carlos de Puerto Argentino- realizaron ataques y repliegues, soportando una inmensa cantidad de bajas en sus tropas regulares y especiales.
La decisión del General Menéndez, Gobernador político y militar de las Islas designado por el gobierno argentino, de no movilizar tropas de refuerzo a las posiciones atacadas y concentrar la mayor parte de la resistencia cerca de Puerto Argentino, hizo que cada una de las posiciones defensivas se enfrentara solitariamente con el enemigo, hasta que se produjo la caída de Puerto Argentino el 14 de junio de 1982. Existían hasta ese momento muchas posiciones argentinas que se mantenían intactas y con una alta moral de combate. Sin embargo, había que cumplir las órdenes de entregar el armamento.
El Batallón de Infantería de Marina Nº 5 Ec., con sumo coraje, siguió combatiendo hasta horas después de la capitulación, derribando en Sapper Hill un helicóptero inglés. Pero la decisión estaba ya tomada.
La batalla de Puerto Argentino se había iniciado durante la noche del 11 de junio. El objetivo primario del enemigo era tomar el control de puntos elevados para asegurar una ventaja importante. Monte Kent, Monte Harriet, Monte Longdon, Dos Hermanas y Tumbledown, para posteriormente avanzar sobre Puerto Argentino. El último bastión de las fuerzas argentinas.
La jornada de aquel 14 de junio fue extraordinariamente intensa, se doblegaron los esfuerzos, llevándolos a la máxima resistencia. En plena madrugada el fuego inglés se hizo sentir con fuerza poniendo a prueba la resistencia de las fuerzas de infantería apostadas en los distintos puntos del terreno. La etapa final de la guerra, no obstante, no sería ni naval ni aérea, la suerte se definiría en el terreno, cara a cara y cuerpo a cuerpo, sin lugar a dudas la forma más tradicional y cruel de la guerra. Regimientos de Infantería del Ejército y Batallones de Infantes de Marina fueron los protagonistas máximos de aquellas últimos horas de esfuerzo.
A pesar de todo el sufrimiento y el valor, se rebelaban contra la orden de alto el fuego que recibieron, y la que en algunos casos desobedecieron durante algunas horas más allá del cese de fuego formal. Tras finalizar los combates, la mayoría de las tropas argentinas ya prisioneras, fueron embarcadas rumbo al continente argentino.
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