Hacia un competitivo modelo pesquero nacional en Argentina

César Augusto Lerena – 19 septiembre de 2023

Por falta de incentivos adecuados no se ha promovido la pesca argentina en alta mar y se deja a merced de flotas extranjeras subsidiadas y con trabajo esclavo que se trasladan a grandes distancias de sus puertos de origen para apropiarse de nuestros recursos migratorios.

Hacia un competitivo modelo pesquero nacional en Argentina


Más divisas; aumento del valor agregado; mayor generación de empleo registrado; explotación integral del atlántico suroccidental; sostenibilidad biológica y, una unidad económica pesquera sustentable, es lo que debiera aportar un nuevo plan pesquero nacional. Y ello es posible, en una actividad que no ha podido salir del modelo extractivo de la década del 70.

Darle entidad de modelo a la actual política pesquera sería una exageración. Sería sobrevaluar la reiterada incapacidad para llevar adelante una administración sustentable económica, biológica y social. 

A pocos días de finalizar su gestión, las Autoridades no han tenido una estrategia pesquera, limitándose a otorgar permisos y reformulaciones. No es posible darle identidad de modelo a una administración que desconoció las reglas de la biología; facilitó el aumento del esfuerzo pesquero; no avanzó en la reducción de descartes y depredación del recurso y la eliminación de la sustitución de especies; no efectuó los controles adecuados de captura y desembarco y, no llevó adelante una táctica de gerenciamiento de los principales recursos, ignorando incluso, los informes científicos del INIDEP. 

Nada hizo para erradicar o reducir la pesca ilegal de los recursos migratorios originarios en la Zona Económica Exclusiva y no se sancionó, pese a la vigencia de las leyes 24.922; 26.386 y 27.564, a los buques extranjeros que pescan los recursos argentinos en Malvinas, con la tremenda pérdida económica, social y estratégica que ello supone. 

Si bien, no se puede administrar un recurso sin tener presente la biología, su distribución y aprovechamiento, ha sido igualmente deplorable. No se supo tampoco acordar debidamente la explotación de este recurso migratorio con las Provincias, provocando, en algunos casos, depredación, pero también un reiterado malestar entre los concesionarios nacionales y provinciales. 

Se administra mal cuando se sobreexplota, pero también cuando el recurso no se distribuye adecuadamente y no se aprovecha racionalmente al máximo sostenible; del mismo modo, cuando no se promueve valor agregado ni cuando se ignora la interrelación de las especies, en la Zona Económica Exclusiva, pero también en alta mar cuando se trata de especies migratorias o asociadas. 

Por falta de incentivos adecuados no se ha promovido la pesca argentina en alta mar y se deja a merced que flotas extranjeras subsidiadas y con trabajo esclavo que se trasladan a grandes distancias de sus puertos de origen para apropiarse de nuestros recursos migratorios, compitiendo con los productos argentinos en idénticos mercados; pero también dificultando el desarrollo patagónico y depredando un mismo ecosistema. 

Este cuadro se completa, con la inacción por parte de los responsables del área frente a esta pesca clandestina extranjera, de puertos inoperables, insuficientes sin la tecnificación adecuada; la falta de financiación adecuada para la renovación en término de la flota pesquera y la importación de buques construidos con bajas tasas y subsidiados; la carencia de una estrategia respecto a los recursos que migran a Malvinas y, por cierto, tampoco, se llevan adelante propuestas o incentivos económicos que atiendan las diferencias entre los tipos de capturas, procesos y especies o, no se tienen en cuenta las ventajas comparativas que los buques extranjeros tienen, a la hora extraer el recurso del Atlántico Suroccidental o de ingresar sus materias primas a los mercados de destino. Esto no es solo una cuestión de soberanía, también, de competencia comercial y rentabilidad, cuando no en Argentina quién pone los precios en el mercado internacional. 

Todos los actores del sector deberán hacer su trabajo poniendo eje en la generación de divisas, el incremento sustancial del valor agregado, el aumento de la mano de obra ocupada registrada y la explotación sostenible de las especies, privilegiando la industria radicada en el continente argentino y, deberían  promoverse los acuerdos necesarias y las inversiones en este sector y, cualquiera sea el medio que se utilice para la extracción pesquera la presencia argentina en la Zona Económica Exclusiva y sobre las especies migratorias y asociadas en la alta mar debiera ser una prioridad; junto a la explotación de las especies estratégicas, para fomentar la captura en forma sostenible y sustentable de todos los recursos; fortaleciendo las fuerzas navales y de seguridad marítima, para desalentar la extracción ilegal en el mar argentino (entre ellos el área de Malvinas) y más allá de las 200 millas. 

La crisis amerita que los gestores de estas reiteradas etapas no dificulten el verdadero cambio que se requiere y, que, el próximo gobierno, junto a las empresas y las fuerzas del trabajo, participativamente, hagan que la pesca industrial se constituya en uno de los prototipos del desarrollo nacional. Recordemos a Louis Pasteur (1862): “Nada se produce por generación espontánea”.