Vigilia por Malvinas: escenas de la madrugada

02/04/2024 – www.elcordillerano.com.ar

Cada año, los excombatientes no dejan de sorprenderse por las personas que se acercan al Centro Cívico para acompañarlos durante la vigilia.

Recuerdan que no siempre fue así.

Quizá producto de que, durante mucho tiempo, la causa Malvinas pareció vivir en un ostracismo.

El ocultamiento, primero, vino inmediatamente después de la guerra.

Los jerarcas de la dictadura no querían que los ciudadanos se toparan con aquellos que regresaban de las Islas. Casi como si fuera una vergüenza mostrarlos.

Luego, ya en democracia, al vincular a las juntas militares con la acción desarrollada en el Atlántico Sur, lo “malvinense” parecía mal visto.

Sin embargo, de a poco, la población comenzó a mostrar un sentimiento que, en realidad, siempre existió, pero no se exteriorizaba, hasta que se fue sacando de en medio lo que se relaciona con el rechazo a los crímenes perpetrados por el gobierno de facto para destacar la labor de quienes combatieron en las Islas.

Al conversar con los veteranos, todos coindicen en que, al menos desde hace una década y media, el cariño que demuestra la gente es notorio.

Y así quedó demostrado este año, cuando, tras los shows artísticos y después del Himno Nacional, el minuto de silencio por los caídos y la Marcha de las Malvinas, muchos de los ciudadanos que colmaron la plaza comenzaron a acercarse a los excombatientes para charlar, tomarse fotos, abrazarlos…

De repente, una mujer se arrima con su hijo adolescente, lo señala y dice: “Su abuelo estaba en el Crucero General Belgrano…”. El dolor se hace carne al evocar el buque argentino atacado y hundido fuera del área de exclusión declarada por Gran Bretaña.

Otra escena de los primeros instantes del 2 de abril remite a un chico de primer año del Centro de Educación Técnica N° 2, Haziel Levin Montoya, que, como parte de una tarea de la entidad educativa, le consulta al director provincial de los Veteranos de Guerra de Malvinas, Ruben Pablos, si puede entrevistarlo. El hombre que combatió en las Islas acepta y contesta las dudas del chico, quien plantea preguntas interesantes. Las respuestas del excombatiente son claras. Por ejemplo, explica que la cuestión Malvinas encierra muchos años de historia y va más allá del conflicto bélico de 1982. Incluso, para que el asunto no quede sólo en esa entrevista, el titular de la agrupación de veteranos rionegrinos le ofrece acudir al colegio para charlar con todos los alumnos, y le pasa su número telefónico con el fin de que lo contacte y arreglar una fecha.

Se ven también figuras políticas, como la senadora Silvina García Larraburu y el intendente Walter Cortés, quien, al dialogar con algunos de los presentes, rememora cómo se vivieron en la Patagonia los tiempos de guerra.

A un costado de la plaza, cuando el reloj marca que pasaron unos minutos de la una de la madrugada, se da la orden de largada para los corredores de la maratón nocturna Héroes de Malvinas, que incluso cuenta con la intervención de turistas colombianos que se atreven a ser de la partida en la carrera de cinco kilómetros.

Hilario Flores, algo así como el vendedor “oficial” de banderas en cuanto acto o movilización hay en la ciudad, permanece hasta tarde en el Centro Cívico… Cerca de las dos se lo ve cansado, sentado en un banco, pero aún con su oferta de estampas celestes y blancas.

Sobre la calle se observan algunas motos. Diversas agrupaciones motoqueras decidieron asistir a la vigilia, y varios de sus integrantes se resisten a irse.

A todo esto, los excombatientes continúan conversando con quienes se acercan.

También, en una carpa, disponen de un equipo de comunicaciones, por el cual entran en contacto con veteranos de otras ciudades. Justamente, el radarista Carlos Mazzocchi evoca que, durante la guerra, la labor de los radioaficionados resultó de gran importancia para su tarea, porque colaboraban en avisar lo que veían en puntos a los que, desde el radar, no detectaban.

Las horas pasan…

Son momentos donde muchas cosas transitan por la cabeza de estos hombres.

Cada cual se llena mentalmente de imágenes que hablan de otro tiempo, de otro lugar, al sur, bien al sur.

La memoria sufre esquirlas diversas.

Entre ellos, un fuego -llama eterna-.

Se colocan a su alrededor, conversan.

De pronto, se escuchan carcajadas.

Las risas responden a algún chiste interno, quizá el uso de algún latiguillo particular o una broma que se repite.

Códigos de fraternidad.

Asimismo, existen momentos de silencio pleno.

La madrugada llama a la reflexión.

Entonces, sin decir nada, cada quien piensa en su guerra particular.

Uno de ellos se arrima al fuego y lo alimenta a base de leña.

La fogata debe mantener el aliento durante toda la noche.

Incluso surgen anécdotas de otras vigilias. Está quien recuerda aquella vez, prepandemia, en que se acercaron unos chinos –¿o eran japoneses?, ¿o coreanos?– bastante entonados. Venían desde la calle Mitre con una botella de vino y se sentaron junto a ellos. Ya era tarde, quizás las tres de la mañana. En un momento, los asiáticos trataban de decir algo en un español embriagado que resultaba inentendible y reían. Luego, se quedaban circunspectos junto a los veteranos, en señal de respeto.

La nocturnidad se extiende. Ya resulta imperceptible ese sector de la costa barilochense que, a pocos metros, en diagonal al Cívico, debido a similitudes desde lo visual, los veteranos sienten como si fuese Puerto Argentino. Justamente, será el sitio donde funcionará un memorial y museo que, si todo prosigue como se tiene pensado, es probable que inaugure en primavera.

En definitiva, Malvinas, tan lejos, tan cerca.